28/10/2014

DESCONOCIDO

SI

Toda leyenda tiene su base en un hecho histórico que las Crónicas refieren, pero que el pueblo al encontrarlo frío por sus escuetos detalles, lo adorna y fan- tasea a su antojo, cubriéndolo de ropajes que lo embellezcan, para rellenar los vacíos dejados por el escueto relato del historiador. A estas ramas desnudas, es el pueblo quien las dota de la frondosidad de unas hojas y la belleza de unas flo- res, que las hagan más hermosas a los ojos y más atractivas para el corazón. Esto sucede con la leyenda que les voy a narrar. La primera noticia que tuve fue en el año 1940 que me la refirió mi amiga Felisa, que oía referir a su abuelo, un pastor de Griegos… entrando en relato legendario, el pueblo (de Griegos) sitúa el hecho en la época de los árabes, asegurando que el rey moro de esta zona fronteriza, mejor deberíamos pensar en un “quim” o señor de fronteras al estilo de Ubayd Allah de Alacón. Lo cierto es que este señor tenía una bella hija, de la que estaba enamorado el emir de Albarracín y como ella estuviera desdeñosa, la fue a tomar por la fuerza. El padre se encerró con la hija y todos sus tesoros en el Moritón. Y en un momento del atardecer, que los sitiadores parecían ocupados en atacar la parte baja del castillo, la princesa salió por la parte de arriba hacia la montaña, oculta entre densos pinares. Pero un vigía se dio cuenta y avisó al emir que organizó el seguimiento. Los que huían ajenos a la persecución, hicieron un alto en el camino al llegar a la fuente de la Sielva, para refrescarse ellos y sus cabalgaduras. La princesa se puso toda coqueta a peinar su cabellera, cuando se pre- sentaron los que acompañaban al emir y la tomaron prisionera. Con el alboroto, nadie se dio cuenta de que un alfaquí, docto en en- salmos y brujerías, se apartaba del grupo y realizando un ensalmo con- virtió a la encantadora princesa en una princesa encantada, convirtiéndola en estrella. Y desde el cielo la Princesa Estrella contempla la belleza de sus tierras y pinares en espera de ser liberada de su encanto. Cada cien años, dicen que se aparece, y así ocurrió un día que un pas- tor llevaba a abrevar a su ganado y junto a la fuente de la Sielva, vio que estaba sentada una bella mujer peinando su cabellera con un peine de oro engastado de piedras preciosas, y cuando el pastor se le acercó, le preguntó de quien estaba enamorado, si de ella o del peine. El bruto pas- tor le dijo que del peine, y la princesa encantada tiró el peine con rabia. Corrió el pastor a recoger el peine y vio que en su lugar había solo una astilla de pino. Cuando regresó a la fuente, la princesa había vuelto a en- grosar el número de estrellas. Según las cuentas de este hecho han pasado ya noventa años, faltan pues otros diez más para que la escena se repita. Prepárense pues, para visitar la fuente; tal vez usted sea el afortunado que, desdeñando la apa- riencia del peine, prefiera a la princesa y deshaga el encanto que viene produciéndose desde los primeros años del actual milenio, cuando el emir Abdel Mélik reinaba en las tierras de Santa María de los Ben Razín. GÓMEZ, Gregorio A.: El brujerío turolense (inédito), página 68.

REFORMADA EN AÑO 2010

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